Los bordes de la cultura urbana

jueves, 2 de junio de 2011

Un pituto sin dueño, un cadáver en el baño, un asesino suelto. Las excusas sobran.



 
El que esté libre de pecado que tire la primera piedra… Silencio puro. Nadie quiere hablar, nadie sabe nada, nadie puede juzgar a nadie, tampoco asumir su propia culpa. Nadie se escucha por ahí, pero, aún hoy, hay un cadáver sin dueño.
                El caso Belsunce largo, perpetuo, chicloso y sin resolución aun.
                A Beatriz Michelini nadie la obligó a limpiar la escena del crimen, ella siempre actuó de buena fe, justificativos eterno si lo hay. Ella se presentó como una víctima más, cabe aclara que acá la única víctima fue María Marta , sin embargo la masajista se defiende “triste e indignada” y asegura que se sintió traicionada por los familiares de su clienta, a quienes respetaba e idolatraba y de los que jamás podría sospechar y acusarlos de asesinos.
                Michelini, que fue a declarar en el juicio por encubrimiento, aseguró que la voz que se escuchaba en detrás del teléfono (cuando Carrascosa llamaba a la emergencia) diciendo que  María Marta estaba muerta no era suya. Su argumento dio buenos restados, la coartada era perfecta.
                            Una pericia de gendarmería realizada en el juicio contra el viudo Carlos Carrascosa-hoy condenado por el homicidio- ya estableció que la voz femenina no es la de Michelini, mientras que el propio Guillermo Bártoli (cuñado de la víctima) admitió públicamente haber sido el hombre que habla en la escucha.

Los argumentos siguen y siguen, los acusados también, las excusas perfectas o no viven saliendo de sus bocas, como simples palabras. Pocos son los que entienden la seriedad del tema y la asimilan, acá hay una víctima, que gracias a ellos brilla por su ausencia y el banco de los acusados aun no suena convincente.
               

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