Los bordes de la cultura urbana

domingo, 26 de junio de 2011

Bésame mucho

La educación sentimental de muchos de los que hoy rondamos entre los veinte y los treinta años incluyó una de las mejores películas iniciáticas de la maquinaria hollywoodense: Mi primer beso. Allí, entre la ternura y el despertar de la sexualidad, las bocas de Macaulay Culkin y Anna Chlumsky se unían en ese terrible primer e infaltable rito que moldea la fantasía preadolescente: el beso.

Y es que este encuentro corporal, supuestamente universal, es una de las pocas prácticas transitadas por la casi totalidad de las personas vivas en este momento en el planeta. Aunque, lógicamente, no todos los besos son iguales. Básicamente, los tipos del beso pueden dividirse entre los tipos sociales, las tipos privados y los tipos eróticos. Lo que es importante considerar es que las formas que se consideran pertenecientes a un tipo u otro son relativas a cada sociedad y variables en el tiempo. Las ciencias sociales y naturales investigan estos fenómenos.

Por ejemplo, en el caso de Argentina durante las últimas décadas se expandió el hábito de que los varones en esferas sociales se saluden con una forma privada de beso: la del contacto entre labio y mejilla. Esta costumbre, que resultaba inimaginable en la primera mitad del siglo XX, aún resulta llamativa para las culturas de otros países. Quizás porque allí opera el tabú de la sexualización del beso y la represión social sobre la sexualidad entre personas del mismo sexo o entre quienes no comparten la intimidad.

Un mundo de besos

Lenguaje corporal que atraviesa tiempos y pueblos, el beso ha sido también un motor de la historia. Los primeros besos que se dieron en el planeta se supone que fueron hacia los objetos considerados sagrados y la finalidad era que así se transmitiera su influencia extraordinaria. Es probable que de allí se derivara el hábito de besar los pies y rodillas de los reyes. La historia del beso incluye diversidad tanto en forma como en cantidad: en Bélgica, por ejemplo, los amigos se saludan con tres sonoros besos en las mejillas. Los franceses, en tanto, se besan una vez en cada mejilla. Mientras que en las islas Tinquia del Pacífico las mujeres jamás besan a sus amantes en la boca sino que pegan su nariz a la de su pareja y aspiran del mismo aire durante unos minutos. Nunca mejor dicho a besarse que se acaba el mundo.

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